Esperanza Mía o más de lo mismo

No voy cuestionar el talento musical de Lali Espósito, la actriz protagonista, no necesito hacerlo. Ni el talento actoral del protagonista.

Me importa poco el romance en la vida real de ambos. Que sean felices. Ni me molesta el escándalo de algunos grupos religiosos. De hecho, hasta me divierte.

Pero el argumento es tan frecuentado, tan poco innovador.

Veamos Juana Albarracín (Lali Espósito) vive en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, sin saber quién es su verdadera madre.

En el afán de denunciar la contaminación que una fabrica causa en el pueblo, es perseguida por unos matones.

Escapa hasta la ciudad de Buenos Aires, para pediré ayuda a Concepción,  la amiga de la madre adoptiva, que es la madre superiora de un convento. Quien decide que Julia se haga pasar por novicia, para ocultarla.  Y además participará en el coro del convento (Había que meter la música de la actriz de alguna manera).

En ese mismo convento, está su madre biológica.

Y llega Tomás Ortiz (Mariano Martinez), uno de los dueños de la fábrica que contamina el pueblo de Julia. Y que es sacerdote.

Inevitable el romance, como el final. Y una sucesión de giros altamente previsibles, como la pérdida de memoria de Tomás. La alternancia de renuncia y regreso a la carrera religiosa.

Y además, el programa continúa más allá del casamiento de ambos, incluye los problemas matrimoniales, muy tempranos. Y para criar a  las dos hijas, llamadas….Esperanza y Mía.

No ayuda la participación de Jimena Barón, una actriz que ha hecho carrera en la misma productora. Y que en algún momento, dejó la carrera por su casamiento con…No importa. Regresó cuando fracasó. 

No se notó su esfuerzo para actuar bien, dedicándose a hablar a los gritos sin la menor modulación. Lamentable.